¿Por qué existe la violencia?
¿Los humanos somos violentos por naturaleza o por cultura? ¿Es la agresión inevitable?
Pareciera que el crimen y la guerra no sólo son abundantes, sino que existen desde el origen de la humanidad y que nunca podremos deshacernos de ellos ¿Será así?
Puntos de vista filosóficos
Muchos filósofos se han preguntado si el ser humano es violento o pacífico por naturaleza. Según Thomas Hobbes, las personas viviríamos en perpetuo estado de guerra si no nos subordináramos a la autoridad y las leyes, mientras que Rousseau hablaba del “salvaje noble”: que las personas somos originalmente puras y felices y que la sociedad es la que nos corrompe. ¿Quién tiene razón?
Bueno, de acuerdo con hallazgos arqueológicos, las sociedades primitivas eran mucho más violentas que las actuales: hasta una de cada 10 personas moría a manos de sus semejantes ¡gulp!
La agresión forma parte de nuestra historia evolutiva: sin ese instinto no podríamos protegernos a nosotros o a nuestros semejantes. Pero además, todo indica que las comunidades de cazadores-recolectores usaron violencia para robar alimentos, extender sus territorios y hasta para raptar mujeres. ¿Significa que somos violentos por naturaleza y que podemos justificar así cualquier daño que se nos ocurra cometer?
FRIEDRICH NIETZSCHE: ¡Soy belicoso por naturaleza! Atacar es uno de mis instintos. Ser capaz de ser un enemigo requiere de una naturaleza fuerte.
Aspectos culturales
Aunque hay agresividad en nuestro instinto, la cultura juega un papel importante. El ex-marine norteamericano Karl Marlantes, escribió acerca de su experiencia en la guerra, diciendo que sentía un “gozo salvaje” al destruir, matar y arriesgar la vida. Al mismo tiempo, pelear le permitía demostrar su lealtad, su pertenencia al grupo. Sentía que tenía un sentido de trascendencia. Seguramente no muy diferente a la “gloria” que sentían que conquistaban los guerreros de la antigüedad.
Así que la agresión natural se refuerza por conceptos culturalmente aprendidos como venganza, honor, odio o prejuicios que suelen señalar cuándo es aceptable ser violento y cuándo no.
Aspectos biológicos
Por otro lado, el psicólogo Adrian Raine investigó la neurobiología del cerebro violento y descubrió que las personas que habían cometido asesinatos solían tener dos características comunes: una menor actividad en la corteza pre-frontal (encargada de la toma de decisiones y del comportamiento social) y una amígdala más reducida (no las que tenemos en la garganta, sino el órgano del cerebro que controla el miedo y la agresión). Como dato curioso: según su estudio, los reos que comían pescado en la cárcel tenían menos probabilidades de reincidir, probablemente porque los ácidos grasos mejoraban esta actividad cerebral.
¿La violencia va en aumemnto?
De hecho, en gran escala, las muertes por actos violentos deliberados han bajado dramáticamente a lo largo de la historia. Steven Pinker asegura que estamos viviendo la época más pacífica de la humanidad. Entonces ¿por qué percibimos tanto peligro? En primer lugar, porque gracias a los medios de comunicación, nos enteramos de más casos que ocurren en el mundo. Y en segundo lugar, porque la violencia n o ha bajado de manera pareja en todo el planeta. La diferencia entre Europa y latinoamérica es abismal: mientras que en España, por ejemplo, apenas hay un homicidio por cada 100 mil habitantes, en México hay 20 ¡y en Honduras llegan a 90! Y es que hay un tipo de violencia que comúnmente no vemos: se llama “violencia estructural”. No la comete directamente una persona contra otra, sino que la sufre la gente en forma de falta de acceso a la alimentación, a la salud, al empleo y a la educación. No es coincidencia que los lugares con mayor violencia estructural sean donde también hay mayor violencia física.
¿La violencia es evitable?
El psicólogo Carl Gustav Jung habló del concepto de “la sombra”: esa parte de nuestra personalidad de la que no estamos conscientes en la que se concentran los instintos y deseos que no queremos ver, como la agresión… y que solemos proyectar en otras personas, diciendo que son los otros los malvados. Así, se demonizan no sólo personas, sino grupos sociales y países enteros, contra los que nos parece legítimo encauzar nuestra agresión.
Desde la perspectiva de Jung lo más saludable no es negar ni reprimir a la sombra, sino aceptarla, llegar a un acuerdo con ella y canalizar sus energías, integrándola a nuestra personalidad consciente.
Según la antropóloga Elizabeth Cashdan: “Tanto la agresión como la conciliación son parte de la naturaleza humana. La evolución no sólo nos formó para ser violentos o pacíficos, sino para ser adaptables a las circunstancias.”
Un ejemplo sería la manera en que hemos adaptado nuestro concepto de “los otros” y “nosotros”. En un principio ese “nosotros sólo incluía a nuestra familia o nuestra tribu, per se ha ido expandiendo para incluir a nuestra comunidad y nuestro país… ¿Será que algún día abarcará a toda la humanidad?
Mientras tanto, es buen momento para recordar la “regla de oro” presente en el budismo, hinduísmo, judaísmo, taoísmo… y que Jesús expresó como “la regla más importante”: “Trata a los demás como deseas que te traten”.
¡CuriosaMente!