Las Razas Humanas ¿de veras existen?
¿Por qué tenemos la piel de diferente color? ¿Existen las razas? Sorprendentemente hay países que todavía las consideran en su legislación, pero desde el punto de vista biológico la realidad es muy diferente...
Algo que nos gusta hacer a los humanos es clasificar. Tomar la diversidad de elementos que nos presenta la realidad, y definir “tipos” en los que podemos dividir esos elementos. Clasificar puede ser muy útil cuando hablamos de objetos o conceptos, pues nos permite hacer generalizaciones que hacen más fácil pensar… y es tentadora la idea de clasificar a los seres humanos por sus características físicas.
Clasificaciones
Desde que las personas pueden viajar, se han dado cuenta de que en diferentes lugares, los habitantes tienen aspecto diferente: diversos colores de piel, texturas de pelo y rasgos faciales. ¿Por qué? Para el antiguo testamento había tres razas, que eran todas las que conocían los judíos en ese entonces, y provenían de los hijos de Noé: los descendientes de Jafet, o sea los europeos; los descendientes de Cam, los africanos de piel oscura, y los descendientes de Sem, o sea los árabes y los propios hebreos.
La primera clasificación formal la hizo François Bernier en 1684 y en 1785 Carlos Linneo, después de clasificar a los animales, dijo que había cuatro razas humanas: europea, asiática, africana y americana.
Por mucho tiempo, estas clasificaciones, a veces con la legitimación pseudocientífica, sirvieron para justificar la opresión y la explotación. La esclavitud de los negros en el siglo XVIII y XIX, por ejemplo, se justificaba diciendo que eran descendientes de Cam, quien había sido maldecido por Dios. En los virreinatos españoles de América incluso se inventó un sistema de castas ligado a la raza: quienes más derechos tenían eran los “españoles de sangre limpia”. A los hijos que tuvieran con mujeres indígenas les se llamaba “mestizos”, o si era con los mujeres afrodescendientes, “mulatos”. Y de todas las posibles combinaciones surgió una enredada clasificación que incluía castas con nombres tan chistosos como “zambo”, “saltapatrás”, “sambaigo” o “tentenelaire”, cada uno con menos derechos que el anterior. Después de un par de siglos de mezclas era imposible saber a qué casta pertenecía cada quien, y aunque el sistema de castas fue abolido, hasta la fecha persiste en nuestros países una errónea noción de que la importancia de una persona está relacionada con su color de piel.
Verás, en el siglo XVIII existía una idea llamada poligenismo que decía que cada raza se había originado por separado en cada continente, sin ancestros comunes. Ahora sabemos que no es así, que todos provenimos de una población que vivió en África Oriental hace aproximadamente 200 mil años, que casi seguro era de piel oscura y que después se fue diversificando.
Color de piel
Hablando de piel, Friedrich Blumenbach, al intentar una clasificación de razas, ya había notado que era imposible trazar una línea divisoria entre poblaciones de diferentes colores: se trata más bien de un gradiente que varía de manera continua entre los tonos claros y los oscuros.
Si pintamos un mapa del mundo con el color de piel predominante en cada región veremos claramente que los tonos más oscuros coinciden con las zonas que reciben más luz solar (y no con los patrones de migración, por ejemplo). ¿A qué se debe?
Los rayos ultravioleta de la luz solar pueden causar quemaduras o hasta cáncer de piel, pero al mismo tiempo son necesarios para producir vitamina D, indispensable para fijar calcio y tener huesos fuertes. Nuestra piel tiene una sustancia llamada melanina que, en grandes concentraciones, bloquea la luz, y en bajas, la deja pasar. De esa sustancia depende el color de tu piel: a más melanina, más oscuro el color. En las zonas con más radiación solar, cerca del ecuador, sobreviven mejor los individuos de piel oscura y en las zonas más al norte y al sur sobrevive mejor la gente de piel clara, ambos a salvo de quemaduras y produciendo suficiente vitamina D.
Entonces, el color de piel está más relacionado con el lugar en el que vives tú (o tus ancestros cercanos) que con la pertenencia a un grupo étnico definido. Por ejemplo, la gente que vive al sur de la India y Sri lanka tiene la piel muy oscura. Pero sus tatara-tatarabuelos vivían más al norte y tenían la piel más clara, y a su vez sus ancestros remotos venían de África y tenían la piel oscura. En tan sólo 2500 años puede cambiar por completo el color de piel de una población. Si tu color de piel no corresponde al lugar donde vives, el de tus tatara-tatara-nietos seguramente sí, dentro de unas 100 generaciones.
Conclusión
Científicamente las “razas” no existen. Son un intento artificial por hacer grupos excluyentes donde realmente no hay divisiones. Incluso las razas de perros no son clasificaciones biológicas, sólo categorías que comparten ciertas categorías en las que se pusieron de acuerdo clubes de aficionados.
No hay razas humanas, existen sólo diferentes características físicas que se heredan, cambian con el entorno y se mezclan para dar origen a millones de maravillosas combinaciones que forman la increíble y hermosa diversidad humana.
¡CuriosaMente!