¿Realmente quién eres? El enigma de la nave de Teseo

Año nuevo ¿Vida nueva? ¿Es cierto que todas nuestras células cambian cada ciertos años? Si es así ¿quienes somos? ¿En dónde reside la identidad? Exploramos el enigma de la Nave de Teseo y las ideas de Heráclito ¿nos podemos bañar dos veces en el mismo río?

Déjame decirte que tú no eres quien tú crees. Para empezar ¿crees que todas las células de tu cuerpo tienen tu ADN? ¡Pues no! Casi la tercera parte de tu peso es el “microbioma”. O sea ¡bacterias! Sin ellas no existirías: gracias a ellas podemos digerir alimentos y mantener saludable el sistema inmunológico. Además, los científicos calculan que por lo menos 40 de nuestros genes son de origen bacterial. Por si fuera poco dentro de cada célula hay un intruso: la mitocondria. Tiene un ADN completamente diferente. Posiblemente fue una bacteria que hace millones de años se metió en la célula animal, y desde entonces dependemos de ella para producir energía. Más que un individuo, somos una colonia.

Regeneración

Pero incluso esta colonia de células humanas y ajenas a la que llamas “yo”, cambia… El historiador Plutarco planteó el siguiente acertijo: Cuando Teseo volvió del laberinto, su barco se conservó en Atenas como un monumento. Claro que con el tiempo hacía falta repararlo. Una tabla por aquí, un mástil o una vela por allá. Después de mil años, se habían reemplazado todas y cada una de sus partes. La pregunta es ¿seguía siendo la nave de Teseo?

Algo similar pasa con nuestro cuerpo. Por ejemplo: más o menos el 72% de tu cuerpo es agua. Cada 2 semanas, toda el agua de tu cuerpo se ha renovado. ¿Y las células? Esas, los ladrillos microscópicos que forman todo nuestro organismo, también cambian.  Las de tu piel se reemplazan por completo cada dos o tres semanas, igual que las de las encías. Las que recubren el estómago e intestino, cada seis días. Incluso las del esqueleto se renuevan por completo cada diez años. Las más duraderas son las del corazón, que dura unos 70 años en reemplazar la mitad de sus células, y las neuronas, que se reemplazan muy poco: la mayoría son las mismas desde que naces hasta que eres anciano (¡por eso hay que cuidarlas mucho!).

Pero aunque las células no se reemplacen, las proteínas que las componen sí. Algunas se degradan y tienen que reemplazarse tan rápido como un par de días. Otras, como el colágeno, duran decenas de años. 

Y las proteínas están hechas de átomos, que también se cambian. En un estudio con isótopos hecho por Paul C. Aebersold, se descubrió que el 98% de los átomos del cuerpo son reemplazados ¡en menos de un año! Los únicos átomos que permanecen son los del esmalte de los dientes y la córnea de los ojos.

Identidad

En el fondo, la pregunta es ¿en dónde reside la identidad? Si tienes un calcetín con un agujero y le pones un parche sigue siendo tu calcetín ¿verdad? Y si se le siguen haciendo agujeros, y tienes que seguirle poniendo parches llegará el momento que no quede nada del calcetín original ¿en qué momento dejó de ser tu calcetín? ¿Cuando pusiste el último parche... o el primero? ¿o en algún momento arbitrario por la mitad?

Si toda tu materia ha cambiado, el “tú” que está viendo este video no es el mismo que el “tú” que comió pastel en su fiesta de 5 años… ni el mismo que el “tú” que a los 75 va a regalarle calcetines a sus nietos. No solo tu cuerpo ha cambiado: también tus emociones, tu manera de pensar, tus costumbres. Sin embargo, tienes la firme sensación de que sí: eres tú mismo.

Heráclito afirmaba que “es imposible bañarse dos veces en el mismo río”, porque cuando vuelves, ya no es la misma agua, ni tú el mismo bañista. Otros filósofos han propuesto distintas soluciones al enigma de la identidad. Por ejemplo, unos piensan que es prueba de que existe algo esencial que no tiene que ver con la materia. Otros piensan que la identidad surge como producto, no de la materia en sí, sino de la manera en que está organizada. Hay perspectivas que sostienen que la idea del “yo” es una mera ilusión. 

Una propuesta interesante dice que la paradoja se resuelve si, en vez de pensar de manera tridimensional, pensamos en cuatro dimensiones, incluyendo el tiempo: no es que haya diferentes “tus” en cada momento de tu vida, sino que el “yo” es la totalidad de esos momentos: es el flujo de materia, sentimientos y pensamientos que ocurre desde el principio hasta el final de tu historia. Eres más un proceso que un objeto. Como una cascada: aunque su agua nunca es la misma, sigue siendo ella mientras siga fluyendo.

¡CuriosaMente!

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