¿Por qué nos enojamos?

¿El enojo sirve de algo? ¿Es posible controlarlo? ¿Qué pasa en nuestro cerebro cuando nos enojamos?

¡De seguro ese carro va lento a propósito, ya sabe que voy tarde! ¡Se está burlando de mí! ¡Ash! ¡Parece que hoy nadie sabe manejar! ¡Todos están en mi contra! ¡ARRRGGH!

¿Tu súper poder es siempre estar enojado? ¡Pareciera una emoción muy negativa!

Emociones básicas y complejas

Como seres humanos podemos tener emociones bastante complejas: la nostalgia, el desprecio, o la vergüenza, por ejemplo. Esos son estados emocionales que construimos conforme nos desarrollamos: ni los niños pequeños ni los animales las tienen. Pero en el siglo XX, el psicólogo  identificó seis emociones básicas, que comparten tanto los animales como los humanos chicos y grandes: disgusto, miedo, alegría, tristeza, sorpresa… y enojo. Una emoción compleja como el desprecio sería una mezcla de emociones básicas como el enojo y disgusto, por ejemplo.

¿Y qué provoca el enojo?

El enojo es una respuesta a lo que percibimos como una amenaza o un daño: es la manera que tenemos prácticamente todos los vertebrados de preservar nuestra existencia y la de los que consideramos “los nuestros”. Como humanos, muchas cosas nos pueden irritar. Si las cosas no salen de la manera que queremos o nos sentimos impotentes ante una situación, es normal y sano que nos enojemos. Aunque muchas veces nos molestamos por nimiedades: como cuando el de adelante camina muy despacio o el de enfrente hace ruido al masticar. La realidad es que, cuando nos enojamos por cosas irrelevantes, es porque ya estábamos en un estado de estrés o enfado: estar cansado, tener hambre o incluso situaciones estresantes como ir tarde, nos hacen más propensos a ponernos furiosos. Y lo malo es que muchas veces enojarnos no ayuda de nada ¡Sino que empeora las cosas! Incluso afecta tu salud: estudios han demostrado que las personas “corajudas” son más propensas a sufrir enfermedades cardiacas como presión arterial alta y ataques al corazón. ¡No vale la pena poner nuestra salud en riesgo por cosas irrelevantes y que fácilmente se podrían solucionar, o dejar pasar!

Cuando nos enojamos, la amígdala, que es la encargada de procesar nuestras emociones y comportamiento y que está en esa parte profunda del cerebro que compartimos con los reptiles, toma el control. Libera adrenalina y norepinefrina y nos pone en un estado de alerta. Los músculos se tensan, el ritmo cardiaco y la presión sanguínea aumentan, los sentidos se agudizan y nos sentimos con mucha energía. Básicamente tu cuerpo te prepara para pelear o huir. Esta respuesta instintiva es muy útil para solucionar los problemas de muchos animales y nos ayudó a sobrevivir hasta hoy en día. Se puede decir que el enojo es bueno cuando nuestra vida o nuestra dignidad está en juego.

¿Cómo controlarla furia?

Actualmente ya no podemos ni es saludable solucionar todos los conflictos como lo hicieron nuestros antepasados feroces. Hemos desarrollado una corteza prefrontal que nos permite controlarnos y medir las consecuencias de nuestros actos. El psiquiatra Robert Skynner dice que, de los mecanismos de defensa que tenemos para escoger ante situaciones frustrantes, enojarse y hacer berrinche es de los más infantiles y primitivos. Claro: uno podría decir que no es que nos guste enojarnos, sino que nos hacen enojar. Bueno, no podemos controlar todo lo que ocurre a nuestro alrededor, pero sí podemos controlar cómo reaccionamos a eso... casi siempre. Existen trastornos que hacen que una persona no sea capaz de controlar sus comportamientos agresivos, violentos y de enojo. Algunos son más comunes de lo que se pensaba. Por ejemplo, según un estudio de la Universidad de Harvard, el trastorno explosivo intermitente afecta a uno de cada catorce adultos.

Y aunque no padezcamos algún trastorno, tooodos hacemos corajes, pero la diferencia está en cómo manejamos nuestra furia. La forma en la que aprendemos a lidiar con la ira suele verse afectada por nuestra crianza o por situaciones traumáticas como abuso o acoso. Skynner propone que mecanismos de defensa más sanos que el enojo pueden ser, por ejemplo, postergar nuestra reacción para actuar más tarde de manera más constructiva. O a veces sublimar la emoción ayuda: expresarla a través del arte, como la música o la escritura. Dice que uno de los mecanismos más saludables es el humor: aprender a reírnos de las situaciones ¡y de nosotros mismos!

Si crees que tu enojo afecta tu calidad de vida o la de tus allegados, intenta identificar qué son las cosas que te ponen furibundo y los pensamientos que llegan a tu cabeza. Es importante que también reconozcas cuando te estás enojando. Tu cuerpo es un buen indicador; tu corazón empieza a latir más rápido, tu respiración es entrecortada, te pones tenso, comienzas a mover tus pies o a apretar la mandíbula o los puños, hasta puedes sentir que tu cara se enrojece. Si sientes que te estás enojando tómate un tiempo, aléjate de la situación y vuelve más tarde a resolver el problema con la cabeza despejada. Y si te sucede con frecuencia o sientes que te pasas de la raya, busca ayuda profesional. Estas son algunas señales de alarma a tomar en cuenta para identificar un problema de ira: tener un comportamiento destructivo hacia los demás o hacia ti; tener impactos negativos en tu salud mental y física; conductas pasivo agresivas e inhabilidad para sentir otras emociones. Por cierto: en nuestras culturas, el enojo se ve como una emoción muy masculina y los hombres, con pocas herramientas para manejar emociones complejas, solemos recurrir a la agresión para solucionar situaciones que nos percibimos incapaces de arreglar de maneras más productivas ¡A veces con resultados muy destructivos!

¿Para qué sirve?

El enojo no es una emoción mala. Nos ayuda a identificar amenazas e injusticias como el maltrato, abuso o la discriminación y nos da la energía para defendernos y seguir adelante con nuestra vida. Un estudio realizado por Aaron Sell mostró que individuos que eran más capaces de enojarse, solían salir más triunfantes en conflictos e incluso parecían más atractivos al sexo opuesto. Aristoteles sostenía que enojarse era fácil: lo difícil es saber con quién, en qué momento, con qué intensidad o incluso si existe realmente un motivo para enojarse. Como lo expresa el psicólogo Ryan Martin: “No apagues tu enojo, canaliza tu furia para actuar ante la injusticia. Úsala de manera inteligente para defenderte a tí y a los tuyos, para protestar, expresarte y perseguir metas importantes.”

¡CuriosaMente!

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