¿Para qué sirven las matemáticas?

Además de darnos dolores de cabeza ¿sirven de algo las matemáticas?

¡Multiplicaciones y divisiones! ¡Fracciones y ecuaciones! ¡Polinomios y raíces cuadradas! Con estas palabras seguro ya espantamos a la mitad del público. Tantos números y operaciones en la escuela nos suelen enredar la cabeza.

Primero que nada, las matemáticas no son sólo números. Además de las cantidades, esta ciencia formal se ocupa de las relaciones lógicas que tienen que ver con la estructura, como el álgebra y la teoría de grupos; con el espacio, como la geometría y la topología; y con el cambio, como el cálculo vectorial y la teoría del caos.

¿Y las matemáticas para qué sirven, además de para reprobar alumnos? 

Hay dos posturas al respecto.

La postura idealista dice que esta ciencia es como la poesía, la música y el amor: es inútil preguntarse para qué sirven, ya que constituyen un fin en sí mismas. Son una hermosa construcción que la civilización ha ido edificando, y posee tal lógica, coherencia y elegancia que sólo podemos maravillarnos e intentar contribuir a engrandecerla.

La postura práctica dice que las matemáticas sí que sirven, y para todo. No sólo para pedir que te den bien el cambio en la tienda. Las matemáticas están presentes desde los cálculos que se necesitan para construir puentes hasta las operaciones que se requieren para programar todas las operaciones que hacen las computadoras, así como en la música y en el arte.

Usos

El poder de las matemáticas es sorprendente. Mira, por ejemplo, la historia de Eratóstenes de Alejandría.

En su tiempo ya se suponía que la tierra era esférica. Y, por lecturas, supo que en Siena, Egipto (hoy Asuán), los rayos del sol caían tan verticales que, en el solsticio de verano las columnas no proyectaban sombra y los pozos se iluminaban hasta el fondo. Como Alejandría estaba aproximadamente en el mismo meridiano y ahí las columnas sí proyectaban sombra en ese día, pensó que era posible calcular la curvatura de la tierra y por lo tanto, su tamaño. Asumió que el sol estaba tan lejos que sus rayos se podían considerar paralelos, por lo que, por la diferencia en el tamaño de las sombras proyectadas por los postes, podía calcular el ángulo: 7.2 grados. Esto equivale a una cincuentava parte de los 360 grados que tiene una circunferencia. Eratóstenes ya sabía la distancia entre las dos ciudades: 5000 estadios, unos 800 kilómetros. Al multiplicarla por 50 obtuvo 250,000 estadios, casi 40,000 kilómetros ¡La circunferencia de la Tierra tal como la conocemos hoy! Claro que no estamos seguros de exactamente cuánto medía un estadio (creemos que el Estadio Egipcio medía 158 metros), así que los cálculos pudieron tener cierto grado de error.  Sin embargo resulta portentoso que, armado simplemente con un reloj de sol y su razonamiento matemático, un hombre pudiera calcular las medidas del mundo.

 Las matemáticas están presentes en la trayectoria de los planetas, en los cálculos de la teoría de la relatividad, en la estructura de los seres vivos, en los comportamientos sociales… en cualquier campo del conocimiento humano. Resulta tan maravilloso cómo las matemáticas, trabajando dentro de todas las ciencias, describen el universo, que hay filósofos que discuten si fueron creadas por el hombre, como las artes, o más bien sus principios son descubiertos: forman parte del tejido fundamental del cosmos. El cosmólogo John D. Barrow ha llegado a especular que las matemáticas pudieran ser anteriores no sólo al universo, sino a las mismas leyes físicas. Lo más increíble de las matemáticas es que se trata de la única ciencia cuyos postulados pueden ser probados con total certidumbre. A una afirmación que suponemos cierta porque no se han encontrado casos que la contradigan le llamamos “conjetura”. A una afirmación que ha llegado al grado de verdad absoluta se le llama “teorema”, como el teorema de pitágoras que usó Eratóstenes para calcular la circunferencia de la Tierra.

¡CuriosaMente!

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