¿Los transgénicos son peligrosos?

Una de las tecnologías actuales más polémicas es la ingeniería genética. ¿Son peligrosos los alimentos transgénicos?

Una de las tecnologías actuales más polémicas es la ingeniería genética. ¿Son peligrosos los alimentos transgénicos? Sí, pero no por las razones que crees.

Modificación genética

Los seres humanos hemos modificado plantas desde tiempos inmemoriales. Seleccionando los frutos más deseables para cultivarlos y también cruzándolos para crear híbridos, hemos logrado después de miles de años que el maíz y los plátanos, entre muchos otros, tengan el tamaño y el sabor actuales. Aunque se puede decir que se han “modificado genéticamente”, no son transgénicos.

Transgénico

Para hacer una planta transgénica, se toma de una especie una porción de ADN y, con una pistola genética, se dispara en el núcleo celular de otra especie, que lo integra en su propio ADN. Así, por ejemplo, puedes modificar una variedad de papaya para evitar que se atacada por un virus. Además de la papaya, en el mundo se cultivan extensamente soya, algodón, canola y maíz transgénicos

Comer este ADN mutante no constituye un peligro en sí mismo: nuestro sistema digestivo lo descompone igual que el de los otros alimentos, aunque algunos científicos piensan que alterar así el ADN puede traer consecuencias inesperadas. Por ejemplo, las llamadas “plantas Bt” contienen material genético de la bacteria Bacillus thuringiensis, que produce la proteína Cry para matar a los insectos que intenten comerla. Muchos biotecnólogos aseguran que este insecticida es inofensivo para los humanos, y otros piensan que hay que estudiarlo mejor antes de tomar decisiones.

Problemas ambientales

El problema grave no está en los alimentos mismos, pero sí muy cerca de ellos. Hablemos de algo llamado glifosato. Se trata de una sustancia que sirve para matar a las malas hierbas. La fabrica Monsanto bajo la marca “Roundup”. Es tan efectiva que mata a TODAS las plantas que toca, incluyendo las que quieres cultivar. Pero no te preocupes, en lugar de sembrar tu maíz de siempre, sólo tienes que sembrar un maíz genéticamente modificado que es resistente al glifosato. Por mera coincidencia, esa semilla la desarrolla y vende ¡también Monsanto!

Esta práctica ha aumentado el uso de herbicidas y se ha demostrado que este químico queda impregnado en la tierra, se esparce por el agua y por el aire. Por lo tanto puede matar otras plantas más allá de las que debía matar, además de insectos y posiblemente enfermar pájaros y otros animales. Por cierto, olvídate de sembrar frijol o calabaza en tu parcela: el roundup los exterminaría.

El glifosato se queda en la piel de los trabajadores y también en los alimentos que consumimos. Y hay maíz y soya en muchos más productos de los que crees: sardinas enlatadas, por ejemplo. Los estudios oficiales (muchos de ellos patrocinados por Monsanto de manera directa o indirecta) aseguran que el glifosato no es tóxico, pero hay casos que hacen sospechar. Por ejemplo, en el pueblo San Salvador Entre Ríos, Argentina, donde el uso de glifosatos es extensivo, las tasas de cáncer son altísimas, además los pobladores reportan problemas neurológicos y malformaciones en recién nacidos.

Problemas sociales

Bueno pero, por lo menos han aumentado las cosechas y los transgénicos están ayudando a resolver el hambre en el mundo ¿verdad? Pues sucede que no. Los datos indican que en Estados Unidos, por ejemplo, no ha aumentado la cosecha de alimentos a partir de la introducción de transgénicos comparado con Europa, donde no se utilizan. Y en cuanto a acabar con el hambre, el problema no es de escasez de alimentos, sino que hay demasiada gente que no tiene dinero para comprarlos.

Mientras tanto sólo seis empresas controlan el mercado global tanto de agroquímicos como de biotecnología y gastan millones de dólares en cabildeo y publicidad para impedir que se les regule.

En nuestra opinión el problema más grave es social y económico. Los agricultores locales han trabajado por generaciones para obtener las mejores y más diversas variedades de su producto. Una empresa que imponga el cultivo de una variedad de la que ellos tienen la patente está poniendo en riesgo la biodiversidad y posibilitando la contaminación genética (incluso hay casos donde, si las semillas nativas se contaminan, se demanda a los campesinos locales ¡por usar material patentado!). Y además la seguridad alimentaria de todo un país se pondría en manos de una corporación.

El problema no es la modificación genética en sí misma, sino el modelo económico que privilegia las ganancias por encima del cuidado a nuestro planeta o de la salud de la gente.

¡CuriosaMente!

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